Solo una historia más

¡Hola a todo@s! :D
Bueno, lo primero es agradeceros a tod@s que os paséis por mi blog y que leais estas cosas que salen de mi cabezota :)
Os preguntareis qué es esto de aquí. Solo una historia más pone en la página. Pues bien, os lo pienso explicar.
Solo una historia más es un relato corto que trata sobre la violencia de género. Dicho relato lo he escrito para un concurso en el instituto y estoy a la espera de saber en que posición quedo :3 Os prometo que, en cuanto la sepa, la colocaré aquí! ^^
Por último, me gustaría pediros que comentaseis dándome vuestra opinión sobre esta historia. Si os ha hecho llorar, si os ha parecido muy falsa, si no os ha gustado nada, si tenéis alguna pregunta sobre ella... ¡Cualquier cosa!
Pues nada, aquí va la historia. Y, otra vez, muchísimas gracias :)

Solo una historia más
Aquel día fue su vigésimo cumpleaños. Además, era el segundo aniversario del peor día de su vida. El día que comenzó todo. Hace exactamente dos años, cuando ella por fin cumplió la mayoría de edad,
decidió fugarse con el hombre que creía que era el de sus sueños.
Ella era joven e inexperta en la vida. Él tenía 12 años más, y sabía perfectamente como iban a irles las cosas. Ella solo quería ser feliz con el hombre al que amaba. Él, solo jugar, divertirse un rato. Ella pretendía ser algo en su vida. Él, hacer con su vida lo que le apeteciera.
Amaneció pronto, pues los relojes habían adelantado una de sus horas. A las dos de esa misma mañana, pasaron a ser las tres. En el cielo se observaba como el sol salía poco a poco de entre las montañas. Se escuchaba el trinar de un par de juguetones pájaros que estaban en el alféizar de la ventana.
Dentro de la casa, Irene recogía la ropa para plancharla. Despacio, con miedo de despertar a su marido, que dormía en la cama de matrimonio. Las cortinas azules se movían al compás del viento. La ventana de la habitación estaba abierta, y la chica decidió cerrarla para que él no se despertara.
Conforme se fue acercando a la ventana, el miedo a que Álvaro se despertara se volvía más y más intenso. Lentamente, Irene se fue arrepintiendo de haber decidido cerrar la ventana. Miró al que debería de ser el hombre ideal. No lo era. En la cama, ella solo veía a un completo desconocido.
De pronto, un estruendo enorme inundó la casa, que estaba en completo silencio. Álvaro se levantó de golpe de la cama. Irene tiró toda la ropa al suelo. Javier comenzó a llorar en la habitación de al lado. La mujer se agachó a recoger la ropa con forme su esposo se sentaba en el filo de la cama. Javier seguía llorando e intentando salir de la cuna.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó él sin mirarla a los ojos.
—Un portazo...
—¿Es qué no escuchas a tu hijo, asquerosa? —le gritó Álvaro incorporándose.
—Lo siento cielo...
Álvaro le tiró de un manotazo el cesto de la ropa y la agarró del pelo. Con fuerza, la pegó a la pared y le dio una patada en el estómago. “No me vuelvas a despertar”, le susurró al oído.
Despacio, la mujer se fue a la habitación de su hijo, que no dejó de llorar hasta que estuvo lo suficientemente pegado al pecho de su madre como para escuchar los latidos acelerados de su corazón. El niño ya no lloraba, pero sentía la ansiedad, la desesperación de su madre. La angustia y la rabia que Irene no podía ocultar se iba haciendo cada vez un poco más pequeña, consiguiendo así que los latidos de su corazón volvieran a estabilizarse y que su pequeño durmiera de nuevo.
Volvió a acostarlo y se encaminó hacia la cocina, para preparar el café como todas las mañanas. Por el camino se encontró con su marido, sin camiseta y bostezando. Cuando él se percató de que estaba allí, la miró con los ojos inundados en lágrimas.
—Lo siento Irene, no quería...
—No importa —contestó ella sonriendo—, no me has hecho daño. Olvídalo.
Él se acercó a ella y la abrazó. Por mucho que no le gustara, Irene se sentía bien en sus brazos, protegida, sin miedo a nada y con la esperanza de una vida mejor. La esperanza de que todo volviera a empezar y que fuera tan perfecto como al principio. Se separó y lo besó en los labios. Álvaro sonrió y le acarició la mejilla, bañada ahora por una lágrima. Pero no una lágrima de dolor ni de tristeza, sino una lágrima que mostraba un millón de sueños que esperaban poder ser cumplidos.
En la cocina, Irene preparó un café con hielo para él y una manchada para ella, acompañado por tostadas de mantequilla y diversas mermeladas. Además, claro está, de un biberón para el pequeño Javi, al que pensaba despertar después de tomarse ella el desayuno.
Mientras lo hacía, soñaba con un mundo mejor. Vivir en una ciudad con playa, en la que podría hablar con sus padres y su hermano. Y podría incluso invitarlos a comer un día a casa, a que conocieran a Javier. Volver a ver juntos ”Cuéntame”, como cuando eran más pequeños.
Entonces, un anuncio pasó por su cabeza. Un anuncio sobre la violencia de género. En él, se veían a una familia comiendo, y una mujer anunciaba que la habían cogido para el trabajo. Su marido se dedicó a decirle que sólo lo habían hecho por el vestido que llevaba... Recordó también como la única amiga en la que podía confiar la avisó de que Álvaro podría llegar a pegarle. “¡Imposible!” le había gritado ella cuando escuchó aquello. Ahora veía cuán equivocada estaba. Pero... tanto como violencia de género no. Solo habían sido un par de guantazos, tres o cuatro puñetazos, algunos insultos y empujones... No, no era demasiado. Y él siempre le había pedido perdón.
De repente, sonó su teléfono. Irene miró la pantalla y observó un apodo: Flower mía <3! Si, era su mejor amiga. Rosa. De ahí venía el apodo “Flower”, que significa flor en inglés. Era la única persona de las que conocía antes de escaparse con la que Álvaro le dejaba tener algún contacto.
—¿Florecilla del campo ?
—¡Ups! Creo que me he equivocado —dijo Rosa sin apenas poder contener la risa—, yo quería llamar a un puticlub...
—¡Ah! Tranquila, entonces está usted llamando al sitio adecuado.
—Mmm... ¿Por cuánto me saldría un servicio esta tarde?
—Depende... ¿Para qué?
—¡No me lo creo! —gritó Rosa al otro lado de teléfono— ¡Hoy empiezan las rebajas!
—Si, lo se...
—¡Tonta! Además hoy es tu cumple, ¡muchísimas felicidades guapa!
—Gracias cielo —Irene sonrió como nunca—, pero a lo de esta tarde no se si podré ir...
—Como sea por Álvaro voy a tu casa y te saco arrastras.
—Sabes que si, que es por él...
—No tienes opción, vienes sí o sí.
—De verdad que no cariño, no quiero que se enfade...
—Si de verdad te quisiera no se enfadaría.
—Pero lo hace, por mucho que me quiera.
—Ya sabes lo que pienso yo de él, ¿verdad?
—Si...
—Pues nada, no tienes opción. ¡En media hora estoy en tu casa!
—¡Hey, espera!
Pero ya era demasiado tarde, Rosa había colgado el teléfono con una sonrisa pintada en la cara. Irene suspiró. ¡Esta Rosa! ¡Nunca aprendería!
Cogió la bandeja y se sentó en el sofá al lado de él.
—¿Quién era cariño?
—Rosa —le dio un sorbo a su café—, dice que viene a por mi para ir a las rebajas y a comer fuera...
—No.
—¿Por qué no?
—Solo si yo voy con vosotras.
—No puedes, porque vamos a celebrar una cosa y me ha pedido que vaya sola.
—Pues entonces —untó una tostada con mermelada de fresa— no irás.
—Lo siento cielo, pero lo que vamos a celebrar es importante. Creo que debería ir...
—No me lleves la contraria cariño, lo hago por tu bien. No irás.
—Mira, creo que tengo una edad para decidir que hacer o no esta tarde.
—¡A mi no me hables así! —Álvaro tiró la tostada a medio comer a la mesa— ¡Sabes que lo hago por ti!
—Pues si lo haces por mi déjame ir.
—¿Qué coño es tan importante que tienes que celebrar?
—Mi cumpleaños...
Irene se levantó, se terminó el café de un sorbo y se dirigió a su cuarto. Álvaro la siguió dando zapatazos. La agarró del brazo antes de que ella consiguiera entrar y la llevó hasta la habitación del pequeño. Instintivamente, Irene tomó a Javier en brazos y lo abrazó. Aun así, él le arrancó al pequeño de los brazos y lo agarró de una pierna.
—¡¿Qué haces?! ¡Le vas a hacer daño! —gritó Irene desesperada. Su hijo era su vida. Una sensación de rabia la comenzó a invadir por completo.
—¡A mi no alces la voz!
Un guantazo. Fuerte. Con la mano que no tenía ocupada por el chico, que comenzó a llorar desconsoladamente. Ella se sentó en una esquina y comenzó a llorar también. La rabia se había convertido en tristeza, en impotencia de ver a su hombre pegarle y hacerle daño a su hijo.
Poco a poco, Álvaro se acercó a la ventana del patio. La abrió sin ninguna delicadeza. Se podía escuchar perfectamente la música que provenía de alguno de los otros apartamentos.
“Él era una bestia, esclavo de sus impulsos”
“Una historia como otra cualquiera, quién les ve y quién las viera”
“La primera vez fue la más dolorosa, le regaló una infidelidad por cada rosa”
“Pero lo que pasa una vez siempre sucede una vez más”
Álvaro seguía insultándola y gritándole algo pero ella ya no lo escuchaba. ¿Para qué? Era la misma historia de siempre. Sí, por fin lo había comprendido, su marido la maltrataba. “Tarde, Irene, tarde” pensó. En un vistazo rápido, observó como su esposo, su supuestamente amado esposo, acercaba peligrosamente su hijo a la ventana. Por su cabeza pasaron todos los buenos momentos que pasó en el embarazo, cuando nació y estos tres últimos meses con Javier entre sus brazos.
—¡No! —grito levantándose e intentando coger a su hijo, pero no lo pudo evitar.
Una lágrima. Un puñetazo. Un grito. La acción de la gravedad obligando a un niño a caer. Todo al mismo tiempo. Irene recibió el impacto, un puñetazo que descargaba toda la rabia acumulada, pero nada le dolió más que levantarse, mirar por la ventana y ver a su pequeño terminar de caer.
En el patio de los del primero ya se encontraba la piscina montada, llena de hasta los topes. Cuando el niño cayó sobre ella, algo de agua se desbordó, encharcando parte del suelo. El niño llegó al fondo de la piscina y se clavó una piedra en su cabecita. Desde la ventana, Irene pudo ver perfectamente como Javier emergía y el agua de la piscina se iba volviendo roja.
Se sintió ahogada, apenas podía respirar. Miró a Álvaro con los ojos llenos de lágrimas y éste le dijo que no había querido hacerlo... Como pidiendo perdón. Luego, dijo que tenía que terminar lo que ya había empezado. Irene no entendió esa frase hasta que Álvaro la cogió de las piernas y la tiró por la ventana con el mismo remordimiento que con su hijo.
Poco a poco, la chica veía como la piscina se iba haciendo más y más grande. Como la herida de su niño se iba viendo cada vez mejor. Como su cuerpo iba girando en el aire, provocando que, al impactar con el agua, lo hiciera de cabeza. Sintió como toda su columna crujía. Sintió el suelo contra su cabeza. Sintió un brazo más doblado de lo normal. Y, por último, sintió como podía ver a su hijo, aun con vida a su lado.
Lo abrazó. Era lo único que podía hacer en ese momento, y dejó que los latidos de su corazón se apagaran con él entre sus brazos.
No aguantó mucho más. Pero, su cabeza tubo tiempo para pensar en una última cosa a parte del dolor. Que no se repitiese jamás este cuento.

1 comentario:

  1. O.O preciosa la historia :)
    espero que ganes :)
    bueno tequiero ochopocho(L)
    me encanta la historia :)

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