viernes, 30 de septiembre de 2011

Y es que eres la mejor sensación

¿Cómo puedo explicar esto? Es la tontería más grande de todas. Es una gilipollez. Es... Es sentir que me muero si llegas cinco minutos tarde. Es no poder hacer nada sin pensar en ti. Es elegir lo que me pongo pensando en si te gustará o no. Es sonreír sin motivo alguno cuando te miro. Es no poder escuchar una canción si que pases por mi mente. Es que se me cierre el estómago cuando estoy comiendo y algo me recuerde a ti.
Es no poder sonreír al tener claro que no te voy a tener nunca.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Cada cosa que haces, hace que me gustes un poquito más

Cada vez que te acercas a más de un metro de mi, mi corazón comienza a latir más deprisa. No puedo evitar la carne de gallina cuando nos rozamos. Pero... ¿sabes qué es lo mejor? Las cosas que pasan sin esperarlas, sin buscarlas, sin querer... Una mirada, el mismo color de camiseta, una herida en el mismo sitio, una tontería por la que ninguno de los dos podamos dejar de reír... Las mejores cosas son las que no se buscan, sino las que suceden porque tenían que suceder, las que son provocadas por el destino.
Pero, sin lugar a dudas, lo mejor es darme cuenta de que nos hemos equivocado a la vez en el mismo sitio.

martes, 27 de septiembre de 2011

Estar a tu lado pero sin ti es un infierno

Imagino, querido lector, que habrá tenido alguna experiencia con el calor. Quizá haya servido té hirviendo en un ángulo incorrecto y el vapor le haya subido por la manga; o, con el atrevimiento de la juventud, quizá sostuvo una cerilla entre los dedos tanto como pudo. ¿Hay alguien que no haya llenado la bañera de agua demasiado caliente y olvidado probar la temperatura antes de meter todo el pie? Si alguna vez le ha sucedido alguno de estos percances menores, quiero que imagine algo nuevo. Imagine ir a uno de los fogones de su cocina, digamos que es una cocina eléctrica con fogones negros. No ponga un cazo con agua sobre el fogón, pues el agua se limita a absorber el calor y utilizarlo para hervir. Quizá asciendan del fogón pequeños hilillos de humo de algún residuo que había quedado la última vez que cocinó. De entre los aros negros surge un ligero tono violeta, y luego el fogón asume un tono púrpura rojizo, como la zarzamora antes de madurar. De ahí pasa al naranja y finalmente —¡finalmente!— a un rojo intenso y brillante. Es bonito, ¿verdad? Ahora baje la cabeza hasta que sus ojos queden alineados con la superficie de la cocina y pueda ver a través de las relucientes olas de aire ascendente. Piense en aquellas películas antiguas en las que el héroe otea a través del desierto un inesperado oasis. Ahora quiero que pase suavemente las yemas de los dedos de la mano izquierda sobre la palma de la mano derecha, apreciando cómo la piel registra hasta el contacto más ligero. Si fuera otra persona la que lo hiciera es posible que se excitase. Ahora, quiero que pose con fuerza esa mano sensible y receptiva sobre el fogón al rojo vivo. 
Y manténgala allí. Manténgala allí mientras el fogón le graba a fuego los nueve círculos de Dante directamente en la palma, permitiéndole tener a mano el Infierno para siempre. Deje que el calor marque la piel, los músculos, los tendones; deje que cale hasta el hueso. Espere hasta que la quemadura se meta tan dentro de usted que no sepa si jamás será capaz de apartarse de ese fogón. No pasará mucho hasta que le alcance la peste de su propia carne quemada, un hedor que se apoderará de los pelos de su nariz y se negará a marcharse. Olerá
cómo arde su cuerpo.
Quiero que siga apretando la mano contra el fogón mientras cuenta lentamente hasta sesenta. Sin hacer trampas. Un Miss-is-sip-pi, dos Miss-is-sip-pi... Al llegar a sesenta Miss-is-sip-pi la mano se habrá deshecho rodeando el fogón y se habrá quedado fundida a él. Ahora libérela de un tirón.
Tengo otra tarea para usted: agáchese, ponga la cabeza de lado y apoye la mejilla en el mismo fogón, apretando con fuerza. Le dejo escoger el lado de la cara que prefiera. De nuevo, aguante sesenta Mississippis, sin trampas. Le resultará práctico tener la oreja ahí mismo para capturar los chasquidos, el crepitar y los borboteos de su carne.
Puede que ahora se haga vagamente una idea de lo que sentí inmovilizado en aquel coche, sin poder escapar de las llamas y lo bastante consciente como para disfrutar la experiencia hasta que entré en shock.

No, queridos lectores, estas hermosas palabras no son mías. Son del escritor Andrew Davidson, concretamente de su libro "La Gárgola". Es un libro precioso, y espero que alguno de vosotros tenga la curiosidad de por lo menos leer un capítulo, porque se que tendréis ganas de saber más.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Pequeñas cosas que marcan la diferencia

¿Cómo lo haréis vosotros? Vamos a ver... A mi, cuando me gusta alguien lo primero que hago es decírselo a mi mejor amiga. Porque sí, porque ella me entiende, siempre lo hace. Pero, yo sinceramente no os veos a vosotros diciéndoos entre vosotros: Oye tío, que creo que me gusta esa niña. No, no lo veo. Y tampoco os veo preguntándoos unos a otros: Oye tío, ¿a ti quién te gusta? No, no puede ser. ¿Entonces qué hacéis? ¿No se lo decís a nadie? Oh... ¿Quizás hacéis cosas para que los otros se enteren pero sin decírselo?
De verdad, cada día os entiendo menos.

viernes, 23 de septiembre de 2011

¿Podrá ser?

Puedo tirarme horas y horas viéndolo, pero no puedo aguantarle la mirada cuatro segundos. Es una sensación extraña. De vez en cuando, cuando lo miro, veo que él me está mirando... y a parto la mirada lo más rápido y lo más natural que puedo. Mi corazón comienza a latir más rápido. Mil ideas pasan por mi cabeza.
¿Por qué me estaría mirando? ¿Quizás estaba hablando de mi con sus amigos? ¿Quizás iba mal vestida? ¿Quizás tenía algo en el pelo?
O quizás, con un poquito de suerte, yo te gusto lo mismo que tú me gustas a mi...

jueves, 22 de septiembre de 2011

Pensar es una mierda

Siempre que pensaba algo llegaba a una conclusión. A una conclusión diferente sobre cada tema. Quizás mis amigas me obligaban a pensar al contarme sus movidas. Quizás yo me rayaba con gilipolleces varias más de la cuenta. Quizás no tenía nada mejor que hacer y acababa pensando y sacando conclusiones. Pero ahora ya no.

 Ahora, a la única conclusión a la que llego es a ti.

martes, 20 de septiembre de 2011

Niña más gilipollas que yo no puede existir

Lo juro, no puede ser. Soy una imbécil. Hace algo menos de un año, un niño me jodió la vida por segunda vez. Sí, por SEGUNDA vez. Y yo, chica lista por aquel entonces, decidí pasar de tíos durante un tiempo. ¿Y ahora? ¿No te digo que soy gilipollas? Ahora me empieza a gustar otro tío.

Jurado, el día menos pensado me hago lesbiana.

martes, 13 de septiembre de 2011

Solamente él


Yo no soy la que decide en esto. Es él, solo él puede decidir. Decide si soy feliz o no. Decide si tengo hambre o se me cierra el estómago. Decide si quiero salir o me quedo en mi casa. Decide si duermo o si me quedo la noche en vela.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Simplemente, soñar.


Para ti es muy fácil cerrar los ojos y dormir, ¿verdad? Pues para mi las cosas no son tan fáciles. Ojalá pudiese hacer lo mismo que tú, pasar de todo y dormir como si mi vida no tuviera problemas. Pero si los tiene. Y el más grande de todos es que cuanto más duermo, más sueño. Y cuanto más sueño, más apareces en mis pensamientos.